A13

A. J. Durant

Fervor creciente de un alma desesperada deseando alimentarse, el hambre se incrementa con cada segundo que transcurre, los labios ansían volver a probar ese dulce manjar que una mujer me entregó alguna vez, es una pena que esa relación íntima haya concluido tan repentinamente.

Me refugio en la oscuridad intentando no pensar en eso, cobijado bajo las sombras, hundido en la soledad, escuchando el compás del reloj avanzando sin prisa, desde aquí puedo ver la luna llena en toda su plenitud, su incomparable luz que emana me estimula a salir, recorrer las calles buscando diversión y si tengo suerte tal vez consiga algo más.

No pude resistirme al deseo de salir, la brisa nocturna acaricia mi rostro, recorro las calles cobijado por la luz de la luna, un cielo despejado permite que las estrellas adornen el firmamento. Camino sin prisa, he aprendido a tener paciencia durante mi continua existencia, no me he fijado un rumbo, pero sé lo que quiero obtener, mis pasos continuarán hasta encontrar lo que busco.
Un lugar bellamente iluminado, hombres y mujeres deseando entrar, retenidos por una delgada cadena que vigila un inmenso hombre con rostro malencarado, veo que las mujeres predominan en este lugar, se abre una oportunidad ante mi de encontrar una hermosa mujer que llene el vacío que siento por dentro, sin dudarlo me acerco hacia la entrada, no me resulta difícil convencer al hombretón para que me permita ingresar.

Recorro el pasillo oscuro dejándome guiar por el sonido de la música, una voz sensual acompañada por acordes electrónicos incrementa su volumen al acercarme hacia el centro del recinto de neón, pantallas desafiando la gravedad penden del techo, un haz de luz multicolor recorre cada rincón del lugar, palabras que se revuelcan unas con otras dando luz a la confusión, mi sentido auditivo pierde sensibilidad en este lugar, evadiendo personas me acerco a la barra, un vodka en las rocas será suficiente por el momento.

Doy un trago a mi bebida, siento el ardor del vodka en mi garganta, lo disfruto pero hay cosas mejores que el alcohol. Me recargo en la barra mientras mis ojos acostumbrados a la oscuridad minuciosamente observan cada rostro, miradas se entrecruzan pero los ojos continúan su paseo hasta encontrarse con una mujer que me mira tímidamente, me evade tan solo para refugiarse en el contenido de su vaso, pero la tentación de ver nuevamente es grande y no puede resistirse, Yo no he apartado la mirada de Ella, en la penumbra he recorrido su figura, un vestido rojo cubre sus seductor cuerpo, sé que la he cautivado.

Sus pasos la han guiado hasta mi presencia, un ademán con mi vaso la ha invitado a unirse conmigo, acompañándome en este inmenso templo donde se rinde culto a la diversión desenfrenada, de cerca puedo apreciar su bello rostro acompañado de esa mirada tímida y dulce, palabras emanan de sus carnosos labios pero nunca llegan a su destino, se acerca a mi oído para repetirlas, ese sonido es hermoso.

El tiempo transcurre deleitándome con sus palabras, admirando su sonrisa, su rostro y la extensión de su cuerpo, despertando en mí el anhelo de estar con Ella en un lugar apartado y solitario, la invito a salir, a recorrer las calles pidiéndole que me deje contemplar su bella sonrisa a la luz de la Luna, mi petición es aceptada con una sonrisa tímida dibujada en su rostro.
Nos encontramos afuera del lugar, su rostro es más bello aquí afuera y se lo digo, me paga con una sonrisa, comenzamos a caminar sin proponernos cual será nuestro destino, nuestros caminos se han entrelazado, la amena plática continua mientras en mi se despierta el deseo de probar sus labios tiernos y carnosos, pero no debo hacerlo, recuerdo lo que sucedió con la última mujer, es un dolor tan grande que no cabe en mi inútil alma.

Mi mirada parece perdida, Ella se da cuenta al preguntar si me sucede algo, volteó a mirarla, sin pensarlo mi boca expresa su deseo de besarla, es algo que Ella estaba esperando con ansia, mi rostro se acerca al suyo, mi mirada se une a la suya, unos labios húmedos se entreabren para permitir que los míos encajen perfectamente, un beso intenso y profundo que despierta nuestros sentidos.

Me dejo llevar por el deseo arrastrándola conmigo hacia un sitio oscuro que esta a un lado nuestro, es la oscura entrada de una enorme tienda, un lugar que a estas horas de la madrugada no es visitado por el constante vaivén de las personas, un sitio ideal para dar rienda suelta a nuestra pasión.

La espalda de Ella toca el frío mármol de la pared, eso no impide que sus labios continúen respondiendo al impulso de los míos, sus manos acarician mi espalda y las mías la sujetan de la cintura, es un instante pero parece eterno, mis labios se separan de los suyos, su mirada es hermosa, mis labios prueban sus mejillas avanzando hasta el lóbulo de la oreja, mi lengua juguetea lentamente trayendo como consecuencia un suspiro de deseo desenfrenado, una de mis manos se desliza hacia sus pechos, sujetando uno de sus senos, acariciándolo y apretándolo suavemente, su perfume inunda mi olfato mientras me acerco con besos a su cuello, la otra mano va cayendo lentamente por su cintura hacia la extensión de los muslos.

Ella se deja llevar por el placer que inunda su cuerpo, sus muslos se entreabren para liberar el calor de la pasión que emana de su ser, mi mano se desliza hacia esa intensa llama sin temor de ser abrasada, mis labios se posan en su cuello recorriendo ese territorio que su vestido deja desolado, mi lengua prueba su piel, mientras los colmillos resurgen para solicitar el tan esperado alimento, un beso en su cuello seguido por los colmillos penetrando con suavidad en su carne, el sudor exhala por cada poro de su piel y un gemido de placer se produce en sus labios, mientras su sangre caliente recorre la garganta hacia mi alma maldita y desesperada. Succiono hasta la última gota de su precioso elixir, mientras Ella llega al orgasmo de su existencia.

La luna se oculta detrás de una nube como avergonzada por mi acto, es algo que no puedo evitar, mi alma es presa de una maldición eterna, no merezco perdón, por tal motivo he sido castigado de esta forma, la esperanza del descanso eterno es lo único que ha muerto en mí.