A. J. DurantTranquilidad, es el primer pensamiento que me viene a la mente, la paz me envuelve mientras olas de espuma chocan contra mis pechos desnudos, la sangre escurre a borbotones de las muñecas, el rojo de la sangre se transforma en un pálido color rosa, el agua o la sangre se avergüenzan de mi reprochable acto. Los parpados caen lentamente como hojas en un triste otoño. Mi vida es una hoja amarilla, marchitándose, esperando esa siniestra pisada que la romperá en mil fragmentos.
El agua fría congela al sueño no ocurrido, mi deseo ha ido en aumento, no es normal soñar con el suicidio cada vez que me sumerjo en la tina, mi fantasía es morir entre la blanca espuma de una tina de porcelana, el agua se desbordará mojando los mosaicos del baño, avanzando lentamente hacia el pasillo de caoba, el agua humedecerá los tablones, las termitas serán víctimas secundarias de mi oscura fantasía. La primera persona que se enterara de mi muerte es la anciana que vive en el piso de abajo, mientras teje un suéter para su nieto, una gota caerá en su mejilla o tal vez en una de las manos al dar una puntada, levantará la vista tan solo para encontrarse con una mancha oscura donde las gotas conviven unas con otras antes de aventarse al vacío.
Molesta acudirá a tocar a mi puerta, tal vez su mente tendrá un mal presentimiento pero su bondad predominará, pensará que olvidé cerrar a la regadera mientras estoy lejos en algún café bebiendo un expresso con un pretendiente, un hombre lujurioso que me supera demasiado en edad, sentados uno al lado del otro, el hombre desliza una de sus manos sobre el muslo desnudo, espera alcanzar la gloria en el interior de mi departamento. Un suspiro le devolverá su juventud por un instante, el agua corriendo entre sus pies le devuelve a la realidad.
Decidirá llamar al conserje, ese asqueroso tipo que me observa las piernas mientras subo por las escaleras, también es fanático del escote, se siente el Robinson Crusoe de mis pechos, siempre lo encuentro perdido entre ellos. Desesperada la anciana tocará ante la puerta del conserje, enojado abrirá la puerta, su mirada podría matarle, el olor que desprende de su entrepierna también tendría ese efecto, una mancha oscura y fresca le delata, no estaba viendo un excitante partido de soccer. Aunque el conserje le extienda la mano para saludarle, la anciana evitará tocarle, le dirá que el tercer piso se encuentra inundado, le dirá que odia las casas cercanas a los lagos por esa razón ella vive en un departamento.
Molesto el conserje, con ronca voz le dirá que le espere un momento, enojado cerrará la puerta, acudirá a la recamara para cambiarse el pantalón, se pondrá los jeans del día anterior, de regreso se detiene en el sillón frente al televisor, toma el control, mira a las rubias de grandes pechos, presiona pausa para que su lujuria las admire lentamente, luego apagara la TV al escuchar los nuevos toquidos de la anciana.
Juntos subirán hasta mi puerta, el conserje no podrá evitar soltar algunas maldiciones, tocará varias veces ante mi puerta, mi sentido auditivo ha muerto, solo esta mi fantasma esperando que ellos entren. El conserje buscará entre sus llaves de repuesto, abrirá la puerta, la anciana caminará lentamente detrás de él, siguiendo la corriente de agua, ambos deducen que se origina en el baño, la puerta esta entreabierta, fue mi decisión dejarla así, le da un valor mayor a la escena que verán posteriormente.
Mi cuerpo frío en el agua, la cabeza colgando hacia un lado, los brazos fueran de la tina exhibiendo las muñecas cortadas, mi piel blanca, pálida, se ha convertido en mármol, eso no evita que la lujuria del conserje se deleite con mis pechos desnudos, el estúpido aprovechara la oportunidad para tocarlos, es su manera de explorar los signos de vida, la anciana perderá el aliento, su respiración es entrecortada, el conserje voltea a mirarla y piensa que tendrán que recoger a otra vieja muerta en la misma habitación, para él lo peor es que tendrá que arreglar todo este endemoniado desastre. Me maldice en voz alta por suicidarme aquí y mentalmente me alaba las tetas. La anciana se renuncia a morir, sale de la habitación buscando el teléfono. Gracias a ella mi cuerpo es entregado al forense, ellos me llevarán a un anfiteatro donde me destajarán (y algún enfermo me violara muerta) para averiguar mi evidente muerte.
El agua fría me despierta, la fantasía ha terminado, aún sigo con vida, no tengo el valor suficiente para quitármela, pero no pierdo la esperanza de cumplir mi sueño, algunos sueños se vuelven realidad, incluso aquellos que te hunden en otro sueño aún más profundo, pero ¿quien podría saberlo? Lo más probable es que tenga una muerte estúpida.
