A13

Por desafiar los designios de un ser supremo en la Tierra he caído, el viento y el sol confabularon para alejarme de las nubes, mis alas no resistieron el embate de los vientos y el calor agobiante del sol debilitó mis esfuerzos por mantener el vuelo, sin más me precipité hacia el vacío, en un esfuerzo inmensurable logré aminorar mi caída, pero mis alas debilitadas y cansadas no lograron remontar el vuelo.

Una casa con techo de paja me dio la bienvenida sin ser invitado, atravesé su estructura tan solo para que mi cuerpo se depositara entre telas e hilos, las alas que en otros tiempos me habían llevado a los confines del reino del sol yacían rotas y ensangrentadas, mi cabeza comenzó a girar hasta perderme en la oscuridad.

Un pañuelo húmedo se ha posado en mi frente, un susurro lejano me pregunta por mi estado de salud, apenas puedo oírle, entreabriendo los ojos veo unos labios que se mueven al ritmo de las sílabas, solo puedo pensar en que es otro ángel que se ha apiadado de mi antes de sumergirme nuevamente en la inconsciencia. Durante varios días la fiebre originada por la pérdida de mis alas se apodera de mi, palabras sin razón emergen de mi boca, el ángel me acompaña a través de mi sufrimiento, su aura me brinda paz y tranquilidad.

El sol me ayuda a despertar, nuestras diferencias se han reconciliado, en la cabeza un poderoso martillo golpea las neuronas, solo escucho sus gritos de dolor haciendo eco en mi cráneo, mis pensamientos nublados solo atinan a decir frases incoherentes, veo a las nubes navegar a través de un agujero en lo alto y comprendo que son naves que ya no tripularé, ahora mi destino yace como las plantas aquí en la tierra.

Mi cuerpo adolorido se levanta de la cama, quiero saber en que lugar de la faz del planeta he caído, telas e hilos me rodean y al fondo en un rincón las sombras ocultan una rueca. Una dulce voz me saluda, es un susurro a mi espalda proveniente de la hilandera, dueña de este recinto, volteó correspondiendo a su saludo, en mi inconsciencia la confundí con un ángel y no dista mucho de serlo, tal vez es otro ángel caído que se ha acostumbrado a vivir entre los humanos.

Con un ademán me pide que le acompañe, sin pensar en su solicitud voy tras ella, guiándome entre las telas, maniquíes y depósitos de hilos, me lleva ante un manto de seda donde mis alas se encuentran reposando, aún conservan el esplendor que tenían cuando eran parte de mí, siento el vacío reposando en mi espalda cuando les miro.

Puedo sentir tu tristeza agobiando tu alma por semejante pérdida, pedazos de tu ser no son ahora mas que restos esperando ser enterrados en el olvido con una lápida que te recuerde su existencia, mi mirada se perdió entre los tablones del suelo al escucharle decir esas palabras. En un estrecho abrazo me consoló, susurrándome como a un frágil bebé que existía una solución a tal predicamento, se ofreció a restaurar las alas en mi espalda utilizando hilos de plata y sus hábiles manos.

Sin perder tiempo buscó la aguja adecuada, de un estuche bellamente decorado sacó un carrete de hilo que resplandecía ante el haz de luz solar que se colaba por el techo, sus experimentadas manos ensartaron el hilo en la aguja, un banco a su derecha tomó para sentarse junto al manto donde se encontraban mis alas aún sangrantes, le ayudé colocando ambas alas sobre sus muslos, que sin presura comenzó a hilar una con otra. Manos delicadas tocaban mis alas, la aguja recorría un extremo al otro, aunque las plumas son delicadas la tarea no era fácil, quisiera serle de utilidad ayudándole pero es trabajo para una sola persona, no resta más que sentarme a esperar.

Sentado a su lado con un carrete de hilo jugando entre los dedos la contemplo, veo su mirada concentrada en tan ardua labor, veo el hilo entrando y saliendo de mi plumaje, una gota de sudor resbala por su frente, pero ella continúa sin descanso, resoplando pero dispuesta a aliviar mi melancolía por las alas pérdidas.

El sol recorre el cielo que antes compartía conmigo, las horas transcurren, la noto cansada, se muerde los labios, los dedos agotados han sufrido el ataque de la aguja, sangre escurre a través de sus heridas, mi intención no era lastimar esas delicadas manos, con una toalla me acerco, deteniendo el impulso del siguiente hilado sostengo sus manos entre las mías limpiándolas, mientras mi mirada se posa en sus ojos brillantes pero cansados.

Solo restaba una puntada para unir ambas alas, la hilandera continúa su labor sobre mi espalda, la aguja penetra mi carne, deslizándose por la piel hacia el ala, cada punzada trae consigo una ola de dolor, mis ojos se resisten al llanto, la hilandera mitiga mi dolor con besos en la espalda, me acompaña en mi sufrimiento. Siento desvanecerme pero mis piernas son fuertes sosteniéndome, no me rendiré ante semejante sufrimiento.

Las alas han recuperado su magnificencia y esplendor, siento como se despliegan en mi espalda, puedo agitarlas libremente como antes, el hilo de plata de la hilandera posee la misma magia que sus manos, pero ahora que he recuperado mis alas me doy cuenta que no tengo deseos de volar, ¿acaso fue el destino quien me dirigió hasta aquí en lugar de mis alas renovadas?, o será que he dado el primer paso para convertirme en un mortal porque he descubierto que la magia de la hilandera no esta solo en sus manos.

One Angel Falling at;
5:38 p.m.